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Principios Básicos

PRINCIPIOS

“Periferias del cine” se propone a través de principios básicos desde la coordinación, y como procesos en el tiempo de los asistentes.  A sabiendas de que la erradicación total de aspectos qué suelen dificultar nuestro vínculo perceptivo con las imágenes resulta una quimera, sugerimos trabajar a partir de un “como si” sucediera, para que a través del tiempo se erradique la sensación de necesidad de aquello.

Dichos aspectos se apoyan en:

– Dejar fuera ciertos sentidos comunes qué recurrentemente nos tientan como espectadores, como la pretensión de que las imágenes se ajusten a “la vida misma”.

– Dejar fuera la demanda de clichés repetidos a través del tiempo, sobre todo en los modos del cine espectáculo. Se trata de recurrencias que por su persistencia e instalación cultural son engañosamente tranquilizadoras: su repetición instala falsas afirmaciones del mundo. Formas de hablar, formas actorales, formas de montaje, formas en que aparecen los planos, formas narrativas, etc.

– También el acercamiento al cine desde otras disciplinas o articulaciones (psicoanálisis, semiótica, etc.) fuera de la propuesta, también operan como modos de sentido común. Lo que no significa que dichas áreas no puedan pensarse desde algunos de sus componentes, de aspectos estructurantes de la propuesta. Pero por sí solas no pueden reemplazarla. Cada campo tiene su consistencia propia, y en nuestro caso se trata del pensamiento en el cine. Pensamiento y filosofía como análogos; filosofía como modo de análisis del cine; el cine como pantalla que piensa; incorporación de conceptos en función de ampliar el mundo que se nos presenta a través de las imágenes. Al quedar claro este punto, se habrá dado un enorme paso porque el tiempo que proponemos dedicar a la incorporación de conceptos no se pierde en polémicas innecesarias.

– Dejar de lado la búsqueda de sentidos (simbólicos, metafóricos) como si en la película existiese algo cifrado, o para deducir racionalmente. Importa mucho más lo que los espectadores organizamos como mundo en nuestro vínculo con las imágenes, que “lo que el director quiso decir”. No significa que ciertos datos fuera de la estructura que el material propone nos puedan ser útiles como información extra. Pero lo central es apoderarnos del material, organizar una percepción propia, hurgar en aspectos que independientemente de la supuesta intención del director, nos llamen la atención.

– Dejar fuera la interpretación forzada de las imágenes, resultando muy habitualmente especulaciones personales que tensan las películas por fuera de sus estructuras. Nuestra propuesta es hacia una lectura de tales estructuras y formas, que se distingue de las   interpretaciones. Rodear el material a través de lo que sí o sí se encuentra en esas imágenes, lo inamovible.

 – Dejar fuera la identificación con personajes y situaciones. Los personajes no están para satisfacer nuestros anhelos y demandas, ni para acomodar el mundo. La materia prima de los personajes es el cuerpo en escena puesto por un actor/actriz que no es esa construcción ficcional que encarna. Al trabajar la distancia con la identificación se habilita otro vínculo, quizá empático, quizá con los aspectos plásticos de un rostro, la expresividad en el modo de plantear una acción y no el resultado de la ejecución de la misma. Un vínculo perceptivo. De este modo, los conflictos de los personajes – si la película se centra en ellos – los distinguimos, pero ya no los sostenemos como propios. La cámara y la actuación ya no dirigen ni condicionan nuestras emociones. Dicha distancia identificatoria deja lugar a la posibilidad de redimensionar las imágenes de los cuerpos y los espacios más abarcativa.

– Y si se deja de lado la identificación, se deja de lado en consecuencia la búsqueda moral en una película. Las mismas no están para enmendar la vida ni el mundo, o ajustarse a partir de un supuesto parámetro de Justicia. Los personajes no deben hacer o pensar en ninguna dirección determinada, sino responder a su estructura.

 – Dejar fuera la búsqueda narrativa excluyente. No toda película cuenta una historia. Y si la propuesta es menos lineal, nada lineal, sin sostener necesariamente un crescendo dramático, bienvenida sea en tanto quizá nos invita a una nueva percepción de las imágenes. El problema no es lo narrativo: es la demanda narrativa excluyente y su clausura hacia el sentido unívoco, por más que las mejores narraciones contengan un mundo propio a descubrir más allá de su entramado lineal. Entendemos tal acepción de narración como el clásico entramado lineal, en un crescendo evolutivo sin fisuras.  En cambio, existen formas de relato no narrativas o que intervienen dicha narración. Que, si el hábito en el tiempo del espectador se alimentó más que nada hacia lo narrativo, dichas formas se le presentarán nuevas. O sea, la propuesta de una nueva percepción. Con el entrenamiento de otro hábito que inevitablemente se constituirá en otro tratamiento del tiempo, lo que antes aparecía como “aburrido”, ahora se presenta fundante de un camino, y ya abandonaremos la falsa idea de película “lenta”. El cine no contiene nada lento ni dinámico en sí, sino que puede generar hábitos en los espectadores.

 – Dejar de lado la despolitización forzada de las películas. Todo cine es político. Desde su forma, estructura y contenido. Hasta la imagen más pretendidamente aséptica se encuadra en un tiempo y espacio, aún si tales coordenadas son indiscernibles. La estructura y forma del material es política tanto como el relato, narrativo o no.

– Dejar de lado el camino corto del “gusto personal” como defensa de nuestra pretensión de clausura. Sería como afirmar: “… las premisas anteriores son válidas, pero a mí me gusta tal o cuál cine”.

 – Dejar de lado otro camino corto: la búsqueda de consenso con otros espectadores en la valoración de una película. Esto ensombrece nuestro vínculo personal e intransferible con el material, más allá del componente social del cine que efectivamente existe, pero esto queda fuera de nuestros espacios. Que al final siempre prevalezca la relación propia con el cine.

 – Dejar de lado la dependencia de la opinión de nuestro crítico de cine de cabecera: es solo una lectura como la de cualquiera, un poco más – quizá – informada. Por supuesto que muchísimos sectores de la crítica dimensionan una interesantísima visión del cine. Pero solo deben ser una referencia. No es poco.

Abracemos el advenimiento de lo nuevo en las imágenes. Que la pregunta: “¿Qué es esto?” sea el punto de partida del recibimiento de una percepción no explorada. Porque se trata mucho más de percepciones que de interpretaciones.

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